Empezaba yo a hacer mis pinitos en internet y un día, como todos hemos hecho alguna vez, puse mi apellido en Google: Darnís, y.... madre mía de mi alma, aparecieron cientos y cientos de entradas, creo que aún me dura el soponcio y el asombro. Con mi lenta conexión de entonces empecé a entrar en todos y cada uno de los enlaces que encontraba, El Jabato, mi padre, su historia, sus dibujos, allí estaba una parte importante de mi infancia y yo sin saberlo.
Pues bien este gif, regalo de un fan de El Jabato, quiero que encabece esta entrada en honor de otro fan, copia literal de unas emocionadas palabras de Luís Antonio Ródenas, artífice del guión de la "Hermandad de la espada" que junto con José Revilla han perpetrado la más colosal tsunami emocional en las hijas de Francisco Darnís, yo misma para servirles y mi hermana Natalia.
Para todos ustedes, deleitense:
Salvando vidas…
Mi nombre es Luis Antonio, y me siento muy honrado al poder decir que soy el nuevo guionista de la nueva aventura de El Jabato publicada en Octubre de 2008 por Ediciones B, titulada "La Hermandad de la Espada"
Me metí en esto por pura casualidad, y las circunstancias que lo motivaron se remontan a casi 40 años atrás, a aquel día en que mi madre, en uno de esos habituales paseos que dábamos los domingos por la tarde por el centro de Aranda de Duero -ilustre villa que me vio crecer- me compró mi primer Jabato: Mung, el irascible.
No tenía muy claro de qué iba la cosa, ya que las aventuras, al venir en formato de serial, no siempre comenzaban o acababan. Pero cuando un tiempo más tarde mi madre me compró el 109 “Golpe de audacia”, que ese sí empezaba una aventura, supe que quería seguir leyendo esos tebeos.
Y mi madre me los siguió comprando. Semana tras semana. Y yo los devoraba con fruición, y aprendía historia, geografía… y muchas más cosas.
Cometí el error de intercambiar y prestar bastantes, así que años después, cuando en las aburridas tardes de verano me encontraba en el merenderito de la familia, solía subirme al trastero y bajarme las cajas de tebeos donde yacían, como un tesoro escondido, mis muchos jabatos… ¡Pero me faltaban tantos! Y siempre me quedaba con las ganas de saber cómo terminaban las aventuras.
Un día, no hace tanto de eso, se me ocurrió pensar que bien podría emprender la búsqueda de los tebeos que me restaban, y que Internet podría ayudarme. Así lo hice, y durante un par de años, me lié a adquirir cada tebeo, con tal de acabar la “cole”, cosa que logré satisfactoriamente. Así fue como no hace mucho supe que Suragah era una ciudad real, que Tarkiz era un malvado traidor, o cómo aquellos piratas orientales acabaron pescados en unas redes… Y empeñado en ello estaba, cuando Blanca, mi mujer, encontró los clubes de fans de El Jabato y de El Capitán Trueno. Y allí fue donde un simpático muchacho de nombre José Revilla (para mí, cariñosamente, siempre será Josete…) me saludó efusivamente y me envió uno de sus espectaculares dibujos de El Jabato.
Así se fraguó “La Hermandad de la Espada”. Y lo que comenzó siendo un mero entretenimiento, sin mayor ánimo que el de pasar el rato y el de –por qué no- llegado el caso, compartirlo con otros miembros del foro, acabó cuatro años después en manos de la familia Mora-Rodríguez y de Ediciones B. Justamente, Josete dio los primeros pasos, animándose a contactar con la editorial enviándoles el tebeo. Más tarde, yo, por la parte de atrás, y con la cada vez más firme idea de que quien busca encuentra y de que la fe mueve montañas, apoyado incondicionalmente por varios miembros del foro mencionado –especialmente por Elías Bravo, que fue quien facilitó las gestiones- envié el tebeo a Armonía, la mujer de Víctor.
Lo demás, ya lo sabéis, si es que lo habéis adquirido. Parece que gustó a rabiar, y finalmente, la editorial decidió incluirlo en el programa de homenajes.
Lo mencioné en las páginas finales de la hermandad, y lo repito ahora: El Jabato fue MUY IMPORTANTE PARA MÍ, porque me ayudó a ser un niño bueno, un adolescente responsable y un adulto sensato; había niños, por ejemplo, que pasaban sus tardes cerca del río, y lo que comenzó siendo una inocente aventura, la de fumar esos ya no tan inocentes cigarrillos al abrigo de un puente para celebrar la victoria en una pelea contra otra banda, acabó con una vida tétrica en manos de la delincuencia, las drogas y/o el sida. Otros en cambio, como yo, quizá más ingenuos, más pobrecicos, las pasábamos dándole patadas a un balón, jugando al escondite y leyendo los tebeos de nuestros héroes favoritos: Trueno, Jabato, Pumby, Mortadelo…
Quizá para ti y tu familia El Jabato fuera un algo más que el trabajo de un padre cuyo empleo es el de pasar interminables horas ante un tablero de dibujo, fatigado por el estrés y la eterna sensación de que nunca iba a llegar a tiempo para la entrega y la impresión. En eso coincidimos: mi padre era encargado de obras, viajaba mucho y no lo veía tanto como pudiera ser deseable. ¿Podríamos compararnos con la familia de un médico, de un abogado o de un cura? ¿Por qué no?
Pues va a resultar que esta carta bien pudiera ser la de un paciente cuya vida la salvó ese médico con una sensacional operación; la de una persona que a punto estuvo de caer injustamente con sus huesos en la cárcel, y cuya vida cambió drásticamente tras la intervención de un excelente abogado; la de alguien que, desesperado y sin salida, acertó a entrar en una iglesia para buscar un último y lastimero consuelo, escuchando las hermosas palabras del sermón de un sacerdote, y milagrosamente reencontró su camino… O la de un jubilado que se acerca un día a mí para identificarme como el hijo de mi padre, y contarme cómo un lejano día, cuando él más lo necesitaba, se acercó a una obra a pedir trabajo como peón y mi padre, a pesar de no precisar de sus servicios, se lo dio…
El Jabato no fue solamente un tebeo. El Jabato nos ayudó a muchos a conducir adecuadamente nuestras inmaduras vidas. Me ayudó a escoger entre el bien y el mal; entre ser un héroe y un villano; entre emprender un camino constructivo, aunque largo y lleno de penurias, o uno corto y fácil, pero bien lejos de la moral y el respeto por los semejantes.
Si queda algo de noble y bueno en mi carácter, si he sido capaz de sobreponerme a las dificultades de la vida, si he sido diestro para luchar contra la más terrible adversidad -cuando más solo y acorralado me encontraba- y si en lugar de huir presuroso para perderme en la distancia, di la cara y enfrenté el peligro, ha sido en buena parte porque El Jabato –con sus amigos, su espada y su cota de mallas- me imbuyó de ese espíritu luchador e infatigable; me ayudó a discernir entre lo justo y lo indigno; a no dar nada por perdido, y a darme cuenta de que los dioses, por más que aprieten, nunca te ahogarán porque ¿quiénes, si no ellos, forjaron a los héroes?
Me ayudó, en resumidas cuentas, a ser mejor persona.
Por eso puedo proclamar a los cuatro vientos, muy orgulloso, que para mí ha sido un GRAN HONOR haber podido resucitar a El Jabato –con todo lo que ello representa- escribiendo un nuevo guión. Agradezco el respaldo de éstos y aquéllos que, únicamente con su aliento, me ayudaron y ayudasteis a navegar por este mar.
Sólo puedo transmitirte una cosa más: ¡Gracias, Francisco Darnís! ¡Gracias, Víctor Mora! Gracias por haber ayudado a salvar vidas…
Y repito aquí mis palabras, las mismas que dejé a todos los amigos de la "Hermandad":
Aprovecho que he podido colarme para enviar un abrazo emocionado y agtradecido a José Revilla y Luís Antonio Ródenas por este fantástico libro de título tan sugerente “La Hermandad de la espada” no me digan que no es un título excitante, lleva automáticamente a recordar la niñez cuando los héroes solucionaban sus “cuitas” con este instrumento cortante. Gallardía, porte, aventuras, justas y justos, malos predestinados a morder el polvo ante aceros cargados de bondad y generosidad. jajajaaa
Yo lo siento mucho pero ante una buena espada o incluso alfanje o daga pueden retirarse armas ruidosas o de rayos laser. O soy definitivamente vieja o romántica. Vayan ustedes a saber.
Y así es, Luís Antonio, Josete, si me permites, vosotros sois, sin dudarlo, los jóvenes vástagos de El Jabato.
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