24 agosto 2007

Luchando por el territorio.



No se si sabéis que tengo un huésped en mi casa desde hace mucho tiempo, bueno más que en mi casa en el bloque de pisos donde vivo, es un dragón, en mi tierra lo llamamos "dragó", creo que su nombre es salamarquesa ¿un poco rimbombante no? pues bien, este bicho (hoy va de bichos la cosa) hace un par de años como mínimo que vive de los insectos, mosquitos y otros elementos volátiles que se acercan al reclamo de la luz de la galería de mi cocina, una simple bombilla de 60 watios hace maravillas.

Un buen día descubrí el dragó enganchado al cristal de la ventana, tal como se ve en la foto, era pequeñito y allí estaba quieto como un muerto esperando algún insecto incauto que se acercara para zampárselo.

Como a mi me encanta cualquier animalejo ni me puse a chillar ni nada, así que lo dejé tranquilo preparándose la cena mientras yo preparaba la mía. Convivíamos felizmente.

Un buen día lo vi sin cola... ¡pobre bicho! seguro que se la ha pillado en alguna puerta o ventana de la casa, alguien que cerró de golpe y se la cortó. Parecía que a él no le importaba mucho pues sin ningún empacho salía a pasear su cuerpo sin rabo, tampoco parecía la necesitara para cazar. La colita desaparecida iba creciendo día a día, era, es muy interesante y curioso observar como regenera, así que continuamos cada uno o una -vete a saber de que género és- a su tarea y aquí paz y allá gloria.

La salamanquesa fué creciendo y creciendo, y la cola también, ahora tiene una hermosota cola que da gozo verla.

Si tienes paciencia y te quedas contemplándola es muy fácil observar como caza, ya digo, bicho que pasa bicho que se zampa.

Se posa el insecto tranquilamente en el cristal de la ventana atraído por la luz y en cuanto toca el cristal se nota como el dragón agudiza todos los sentidos, si normalmente está inmóvil en cuanto lo ve se petrifica... y se nota, vaya si se nota! Y entonces empieza la ceremonia de acercarse lentamente, muy lentamente…. las patitas enganchadas en el cristal como si fueran ventosas aplastadas… y ahora un poco, se para, avanza otro poco más, se vuelve a parar y se acerca y acerca silenciosa y sigilosamente y el insecto sin darse cuenta y mira que es grande el dragón comparado con él, pero ni por esas… y ya a unos centímetros se para el dragó, se afianza y como un relámpago su lengua engancha al insecto y se lo va tragando, engullendo… brrrrr!!! es maravilloso verlo por muy trágico que sea para la vida del insecto despistado.

Bien, ahora viene la historia de verdad, resulta que anoche ví dos dragons en las ventanas ¡coñe, pensé, la familia aumenta! estaba cada uno de ellos en una ventana distinta, separados más o menos por un metro de distancia y estaban mirándose, cara a cara, de lejos pero se miraban, se veían, se observaban. Yo pensé, incauta de mi, que eran amiguetes o de la misma familia y que habían salido en tándem a cazar mosquitos para un gran festejo familiar o guateque pero no, al parecer no era así, al parecer había aparecido un dragó intruso en el territorio del mío, de mi huésped, y digo esto porque la ceremonia que se llevó a cabo entre ellos fue de lo más espectacular, a mi me pilló desprevenida, la verdad, para que negarlo…

Estaban mirándose y observándose, como ya he dicho, y poquito a poco se iban acercando el uno al otro, yo me los miraba toda confiada segura de que iban a contarse sus cuitas o a comentar lo recaudado por si tenían suficiente y se iban a casa, pero no, la cosa no era tan amistosa ni tan fácil… ya estaban a un palmo y continuaban mirándose, no se decían nada. Diez centímetros entre ellos, cinco, tres… empezaba a mosquearme, era un “acercamiento” cauteloso y claramente hostil, se notaba en el ambiente… ZAS!!!!!!!! Como dos centellas y con una mala baba palpable se atacaron mutuamente clavándose un mordisco apoteósico en la mismísima boca, como si quisieran cercenarse las lenguas uno al otro, allí quedaron enganchados, tirando cada uno por su lado, la pelea estaba en su punto más álgido y reaccioné asombrada, indignada, cabreada y espantada por la violencia de que hacían gala y empecé a aporrear el cristal de la ventana gritando: ¡basta, basta que os haréis daño, esto no se hace!

Valga decir que ni me hicieron caso, al final se desengancharon y el dragó intruso se retiró con la cola entre las patas, el mío, mi huésped, se quedó allí observando como el otro reculaba, dio la vuelta y se apostó en la esquina preferida de mi ventana esperando pacientemente que se acercara algún mosquito o cualquier otro insecto volátil despistado para continuar con su cena muy tranquilamente.

Luchando por su territorio, luchando por su subsistencia ejerció violencia, con diferencias: ésta no era gratuita, ni por placer, ni por poder, simplemente quería comer.


PD. Acaban de informarme que el nombre de mi huesped no es salamarquesa sino "salamanquesa", así que retiro lo del nombre rimbombante, digamos que es un nombre, más a mi me gusta tal como lo llamamos en catalán: "dragó" común, queda fuerte y hermoso, como mi "dragó" particular.



5 comentarios:

Doctor Krapp dijo...

Hermosa historia de pura territorialidad. La pelea por el espacio vital, por no perder el espacio adquirido frente al extraño, el de fuera, el enemigo que nos quiera arrebatar lo que creemos nuestro. En esto es igual una salamanquesa (Muy coñero lo de salamarquesa, usted siempre volando alto, embolic) que un nazi con uniforme de las SS.
Saludos

Fauve, la petite sauvage dijo...

Ah, la naturaleza, qué bella es, y qué cruel... Como la infancia, que también es bella y cruel. Es que me he acordado que a mí, que me gustan los bichos desde pequeña, cuando alguien me dijo que al cortarles la cola les creía una nueva, dí por supuesto que también de la cola nacía un resto de cuerpo, y andaba por el campo y lagartija que veía, salamanquesa que encontraba, ¡zaca! a cortarles la cola por su bien, para reproducirlas yo misma...
Era mi buena acción, glub.

Silvia Darnis - embolic dijo...

Hombre Doctor ¿un poco fuerte la comparación no? pobres "salamarquesas"! digo yo que todos los nazis de las SS no se dedicaron a su especial espcialidad por mor que las tripas les cantaran y/o bostezaran hambrientos... que seguro más de uno lo hacía como hobby y/o deporte, también puede ser creyeran defender su territorialidad pero mucho me temo que ello pudo surgió ¿del miedo? de perder poder. No es lo mismo, vamos, o eso creo.

Silvia Darnis - embolic dijo...

Mi flower power FAUVE,confio que alguien te pusiera rápidamente en antecedentes y explicara con precisión que de salamnquesas sólo hay una y la cola la encontró en la calle... jejejejeeee y controlara con esta explicación tan apabullante tu enorme potencial de buena voluntad. Si, la naturaleza es bella y cruel... y bella.

petons.

Doctor Krapp dijo...

Pues si creo que es el miedo de perder poder uno de los principios fundamentales del reino animal incluyendo ahí a la raza humana. El pequeño reptil defiende su territorio por pura supervivencia y por necesidad de perpetuar su especie ante la posibilidad de la llegada de un rival que ocupe su lugar. Los humanos nos movemos por instintos semejantes en nuestro lado más primario. El triunfo de la barbaie humana, como en el caso del nazismo, es el triunfo de su lado primitivo frente a su lado civilizado y puramente racional que precisamente le permite domeñar esos instintos básicos.